septiembre 30, 2006

JUEGOS

Me encantan los juegos

ME ENCANTAN

De encantar, de atrapar, de tenerme horas frente al tablero, monitor, pantalla, cuaderno, etc.

Sobre todo me gustan los que son de armar cosas, contar, descifrar, analizar.

Hay personas que son como juegos, no porque sirvan para jugar con ellos
(aunque también hay personas así, pero esas son personas juguete no personas juego)
Los juguetes los dejé hace un tiempo,
no me gusta la idea de jugar con quien no responde ni propone.
Pero los juegos...
Los juegos son otra cosa.
Las personas juego son otra cosa.
Con ellas puedes armar, contar, descubrir...
Puedes descifrarlas, encantarte y jugar a la entrega, a la comunicación.
En el juego con el otro, juegas a ser y dejar ser.
¡Qué divertido es jugar!
Pero sin hacer trampa.
No es moralina, es vividura...
Y la viví dura cuando entré en el terreno de los tramposos.
Nada bueno se cosecha en esos juegos del truco y del "¿dónde quedó la bolita?"
Y descubrí que un tramposo,
por más maniobras que haga,
tiene la derrota asegurada.
Lo mejor de tener 30 y tantos es que, después de mucho perder, empiezas a entender el juego.
No dejas de perder
pero juegas cada vez mejor,
porque ya tuviste 13, 15, 18, 20, 25, 30.
Ya perdiste demasiado...
ya te perdiste o te perdieron
ya pasaste por los juguetes
ya jugaron contigo.
Falta mucho.
Segura estoy de que seguiré perdiendo
pero ahora soy más selectiva al elegir
el juego y el jugador.

septiembre 29, 2006

LA FILA













Llegué al teatro, era temprano.
La obra varias veces recomendada por conocidos y amigos, y que creí haberme perdido, ahora daba unas funciones especiales con el fin de recaudar dinero para realizar una gira. Dicen que las oportunidades sólo se dan una vez en la vida, pero por suerte siempre estará la excepción que confirma la regla.
Fue uno de esos días en los que sales temprano para evitar el tráfico y resulta que, en lugar de la hora de trayecto que esperabas hacer, haces 20 minutos. Nadie haciendo fila. Poca gente en los alrededores. ¿Qué hacer? Me lancé a comprar un refresco para refrescar la espera; espera que fue acompañada por un aire de caminata.
Cuando regresé había empezado a llegar la gente. Poco a poco se fue formando una fila. Observé a los que se habían dado cita en aquel lugar, y descubrí que eran -en su mayoría- gente joven. Supuse que los habían mandado de alguna escuela. Traté de calcular la edad de aquellos que iban llegando ¿20? ¿17? Descubrí que de un tiempo para acá me cuesta trabajo calcular las edades, y peor aún, ¡me descubrí calculando edades! En esas estaba, cuando la mujer -adolescente, joven o qué sé yo- que estaba formada atrás de mí, dice: "Creo que estamos formados en dos filas". Miré hacia adelante y en efecto había dos filas, la primera que se había formado hacia la dirección acostumbrada (No lo digo por decir, conozco bien ese teatro), y una segunda que corría en dirección opuesta, compuesta por una serie de "chavillos" que habían decidido innovar la original fila. "Aquella es la buena", dijo la muchacha y fue rápidamente para allá... Qué ironía, aquella muchacha que estaba atrás de mí hace unos minutos ahora estaba delante mío (dicen que los jóvenes tomarán nuestros lugares, pero no pensé que me pasara tan joven...).
La novedosa fila me permitía ver con más claridad a varios de ellos, no me parecían tan jóvenes, no tenía idea de su edad y los gritos que decidieron echar cuando la luz del teatro se apagó me hizo dudar de mi calculo inicial.

Luz.
Obra que dejó buen sabor de boca.

Y al final llegué a un par de conclusiones: Ya no sé calcular las edades, y ya no vuelvo a distraerme en esas cosas porque, por andar papaloteando, se me metieron en la fila.