enero 15, 2007

CALLEJERO


Sé que ya nos habíamos visto antes, pero nunca nos miramos detenidamente.

Recuerdo que caminamos por la misma calle, sin prestarnos mucha atención.

Nunca me pregunté dónde estaría su familia,

ni cómo había llegado hasta estos rumbos...

Sé que era callejero, como tantos de su especie.

Era pequeño y silencioso.

Pequeño, muy pequeño.

¿Qué edad tendría?

Tal vez 5 o seis meses,

o quizás la falta de alimento lo hacía lucir más pequeño de lo que era.

Hoy pasé junto a él.

Era de noche.

él iba caminando, como de costumbre.

Yo, en el coche.

Distraida.

No lo vi.

¿Cuantas veces habré pasado junto a él sin verlo?

Al bajar del coche:

un llanto, un chillido que estremece.

Ver un coche que lo arrastra y se sigue de largo.

Gritarle.

Gritarle.

Un segundo.

¿Correr tras del coche o correr hacia él?

Correr hacia él.

Nos vimos a los ojos.

Mirada profunda.

Ojos que me miran preguntándose ¿Qué pasó?

Preguntándome ¿qué pasó?

¿Qué pasó?

Digo: No pasa nada... mírame

Luego su cuerpo que tiembla.

Un temblor.

Nada.

Mírame, le digo.

¡Mírame!

Sus ojos, aún abiertos, se han perdido.

Sus extremidades se relajan.

Está muerto. Ya se murió.

Me quedo parada junto a él.

Él tendido a la mitad de la calle.

Los coches siguen pasando,

-sé que son capaces de pasar encima de él sin ningún pudor-.

Un último movimiento de su cuerpo. Su pequeño cuerpo. Sus ojos inocentes que cuestionan. Desvío los coches hasta que traen una bolsa para llevarlo lejos del alcance de las llantas.

No puedo hacer más.

No hay quién vaya a preguntar por él.

No hay a quién acusar. No hay a dónde llevarlo.

Era callejero.

Es la primera vez que veo a los ojos a la muerte.

No es la primera vez que la muerte me duele.
Me ha dolido más que hoy.

Me ha dolido muchas veces.

Me ha dolido profundo la pérdida de amadas personas.

Amadas personas que viven dentro de mi corazón.

Dentro han hecho nido, aunque su cuerpo no camine como materia a un lado mío.

Caminan a mi lado.

Hoy, el callejero, camina junto a mí. Junto a ellos.

No pude hacer nada.

Guardo su última mirada.

Su última exhalación en la que, estoy segura, salió su alma y se unió con la de todos.

Todos mis seres queridos que están ahí.

Ahí.

Aquí.

Hoy, ahí, con ellos debe estar.

Hoy, aquí, ellos con él están.

Es sólo un animal, -escucho-. ¿De quién hablan? ¿Del que lo atropelló?

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta nota me desperto tanto dolor,
ya que todos alguna vez por lo menos vivimos una situacion similar, amo los perros y sin embargo por diferentes razones vi a perros callejeros sufriendo y no los lleve conmigo... gracias por escribir algo tan lindo