octubre 03, 2006

LÁGRIMAS


Ese líquido misterioso que brota de los ojos, en ocasiones como una llovizna casi imperceptible... como esos días en los que alguien dice: "está lloviendo". Y sólo esa persona siente la diminuta gota que cae sobre su rostro.
Y otras veces es una tormenta -un tormento- un aguacero que no nos deja salir de casa, que parece no va a acabar jamás. Y hay veces que no acaba, que permanece lloviendo por días y días, un diluvio de tiempos bíblicos, herida que no supimos o no pudimos curar. Y otras veces -sin más ni más- deja de llover de golpe y el sol brilla sorprendiendo al que corría en busca de un lugar seguro.
"¡Qué bonito es ver llover y no mojarse!" es un dicho cargado de mentira. Últimamente he visto llover en casa de una amiga... y no es bonito, y me duele. Duele la lluvia de los seres a los que se quiere. Rebota, me moja, me recuerda lágrimas de antaño.
¿De dónde viene la lluvia del alma? ¿Dónde se hospeda tanta agua? ¿Sería posible agotarla y que en su lugar brotara sangre? ¿Por qué duele adentro de nosotros, como si se hubiera nublado el interior y un rayo hubiera partido en dos nuestro sistema? La explicación científica es que, al ser mamíferos racionales, nuestro cuerpo manda una señal al cerebro -al ver, escuchar, percibir, oler, saborear, tocar algo- y el cerebro responde con una emoción condicionada y conocida. Así es como gritamos, lloramos, reímos, temblamos y nos estremecemos. Así, básico y simple para los que entienden de cerebros y conexiones eléctricas. Qué simple puede resultar el dolor del alma.
Una vez me contaban que los niños con síndrome de down o con retraso mental, no lloran. Que su cuerpo no reacciona a la tristeza a largo plazo, que no crean lazos emocionales que les hagan sentir una gran tristeza. Que únicamente reaccionan a procesos de tristeza inmediatos como un golpe o una caída, pero no a la tristeza de la pérdida o la derrota. Y que esto los hace seres humanos enórmemente felices. No investigué si eso que me habían contado era cierto o no. En ese momento me sonó lógico y lo tomé como verdadero.
Pienso: ¿Si me dieran la oportunidad de sentir y llorar únicamente por el dolor del cuerpo -dolor moretón, dolor sangre, dolor enfermedad- y pudiera eliminar el dolor del alma -dolor pérdida, dolor derrota, dolor mentira, dolor soledad, dolor tristeza de huesos y espíritu, dolor muerte, dolor ausencia, dolor fracaso, dolor inexplicable de domingo nublado...-, lo aceptaría?
La respuesta es un definitivo y contundente: NO.
Porque nada me ha hecho tanto bien como la lluviaguacero interminable que me tumba en el suelo
o la llovizna que destapa mi garganta.
Nunca el sol ha brillado tanto como un día después de la tormenta.
¡Salud por todas las lágrimas derramadas y por la venideras!

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